Acercándonos a esta realidad firmes, pero con pies descalzos.
Si bien es un tema del cual hoy se habla mucho, no es un tema fácil de abordar, por el dolor que conlleva a las víctimas, a la propia institución y también, cómo no, a las personas que confiamos en la Iglesia. No dejo de escuchar cuestionamientos como este: «¿cómo puede alguien ‘comulgar’ con una institución en la cual ha pasado y están pasando estas cosas?». Sin duda, toca el tema muchas sensibilidades, y es el momento para hacerle frente. Ya no se puede callar. Y justamente es desde dentro de la propia Iglesia desde donde se puede hacer algo. Sabemos por Quién estamos en Ella. Por el que reaccionó poniendo en evidencia el tipo de relación que siempre hay que rechazar: usar a Dios para beneficios personales. Profanar.
Mi preocupación, al acercarme a víctimas y victimarios, es de qué manera abordamos esto con seriedad, también con humildad. Sin traumatizar de nuevo, sin herir, sin hacer «diagnósticos» a la ligera, que solo sirven para etiquetar y no terminan de aclarar nada de lo que sucede.
Es hora de menos estructuras y más cristianismo. ¿Qué de esas estructuras que llevamos viendo en la Iglesia y pueden favorecer que alguien abuse de otro? No estoy refiriéndome a abusos grotescos, que son evidentes para todos, sino a algunos tipos de dinámicas relacionales que son complejas, y las podemos vivir, ya no solo en la iglesia, sino en cualquier tipo de relación. Somos relacionales, necesitados de los demás y la fragilidad nos acompaña durante toda nuestra vida.
Acerco un término acuñado por H.Bleichmar, psicoanalista argentino, que es «colonización emocional». En referencia a esto, la colonización se puede dar en cualquier tipo de relación, y lo que venimos trabajando hace un tiempo, es usarlo para explicar algunas de las dinámicas que se dan en la Iglesia, y esto nos puede ayudar a dar luz a lo que sucede.
Como colonización emocional se entiende «el proceso psicológico intersubjetivo por el cual alguien pasa a pensar, sentir y actuar bajo la influencia de otro, el colonizador, que le impone su subjetividad sin que el colonizado tenga conciencia de ello, viviendo por lo tanto su estado, como si fuera propio y no inoculado por el otro» (Bleichmar, H.). ¿Qué significa esto? Que en una relación interpersonal, ambas personas tienen necesidades, angustias y deseos que satisfacer. El tema importante es cómo reconocemos esas necesidades y angustias en nosotros y en los demás. De eso intentamos encargarnos cuando nos acercamos, en el tema que nos trae, a víctimas de abuso, y como no, a personas que a veces no son tan conscientes de que su estilo de relación es abusivo. Cuando las necesidades de alguien con estas características no coinciden con las del otro, se corre el riesgo de imponerlas, sin que el otro esté en el horizonte mental.
Por ejemplo, un clérigo que tenga necesidad de reconocimiento, de que alguien lo valore en su posición, que reconozca lo bien que gestiona su parroquia, corre el riesgo de que las homilías, sus actitudes, su entrega a los demás, muchas veces se den con un afán de protagonismo para satisfacer esas necesidades. Si no lo vive así, si el medio no le devuelve eso que necesita, le surgen angustias de si es válido para lo que hace, le asalta el temor a quedarse solo, a no soportar una crítica o valoración negativa, un miedo a que lo envíen a un sitio que no quiere, etc. Muchas otras veces pueden ser necesidades afectivas, necesidad de ser tenido en cuenta, tener mucha gente a su alrededor, ya que todo eso le ayuda a no angustiarse en soledad, a sentirse «arropado». Puede tener necesidad de ser confirmado en sus ideas, por lo cual las impone, y si no son cuestionadas, no tanto por ser buenas sino porque ostenta un poder, se siente reforzado en que lo que piensa es lo correcto. Incluso con sus actitudes o formas, puede llegar a «forzar» al otro para que eso se dé. Esto ya compromete esa relación. Pero esto puede llegar hasta ser «seductor» para ambos participantes de la relación. ¿Hay abuso en estas dinámicas?, ¿es tan fácil detectarlo?
Si el otro con quien nos encontramos, siente determinada atracción por ese «entregado» clérigo, por el puesto o cargo que ocupa, por su personalidad, por cómo lo trata, porque representa a una institución que proclama el amor, la libertad y la verdad, lo más probable es que intente, en cierta medida acercarse también desde sus necesidades, a esa persona. Una persona me dijo una vez: «Era sacerdote y psicólogo, todo lo que yo necesitaba para ser comprendida. Lo tenía todo para confiarme enteramente a él». Cuando se empiezan a dar estas dinámicas, de necesidades y angustias en juego, la diferencia es sentida como un cuestionamiento al propio ser. Por lo cual ambos se van acomodando y van satisfaciendo las necesidades emocionales de uno y de otro. Uno es reconocido en su «buenhacer», si seguimos con el ejemplo, sintiéndose valorado en su posición, y el otro en encontrarse con alguien que lo comprende, que también lo valora, reconocimiento que quizás en otros ámbitos no se ha dado, y eso a la vez contrarresta su angustia de soledad e incomprensión. Además, eso tiene la recompensa de tener un lugar en la parroquia, al lado de alguien que es una figura idealizada por la comunidad, y el «yo soy amigo de él» o «fulanito (con un cargo) es mi amigo», ayuda en cierta medida a participar de esa semejanza y grandeza.
Esa es la trampa de un placer narcisista a la cual cualquiera puede tener dificultades para resistirse. Si pensamos en los comienzos de abusos de poder, de conciencia o espirituales, muchas veces se van dando estas dinámicas. Esa persona al sentirse bien, estando al lado de alguien con cierto cargo, va a evitar el mínimo conflicto o disidencia con su «amigo». Lo contrario le despertaría muchas angustias, por ejemplo, de abandono, de soledad, de desvalorización de sí misma. Quizás muchos «fantasmas» con los cuales ha vivido en el pasado.
Por lo cual, para poder acercarnos a esta realidad, no es simplemente describir lo que pasa, sino hacernos cada vez más conscientes de nuestras necesidades, angustias, que nos llevarían a confrontar a esa persona en momentos en los cuales no estemos tan de acuerdo. Esas dinámicas ¿no nos suenan en nuestras relaciones con los demás?
Las personas muchas veces se dan cuenta que se encuentran atrapadas, no me cabe duda, lo reconocen varias, pero no saben cómo salir, porque separarse vuelve a generar angustias, muchas veces intolerables, con todo lo que eso conlleva. No son mecanismos fáciles de reconocer.
Ayudar a las personas a acercarse a lo que perpetúa la posibilidad de diferenciarse de otro que lo «machaca», puede ser un camino a entender por qué alguien sigue en relaciones que no son sanas. Y si detectamos algún comportamiento abusivo en alguien, también es cuestión de ayudar a poner luz a los tipos de relaciones que genera con su comportamiento. Parte de la explicación es porque no nos reconocemos necesitados, ni los unos ni los otros. Muchas veces está nuestro sentimiento de valía en juego. La necesidad de que el otro nos reconozca. Algo totalmente válido porque somos relación.
Pero ¿cómo no distorsionar para no generar sufrimiento ni padecerlo? Por supuesto que todo esto es muy sutil. Pero es fundamental tenerlo en cuenta, y más en este momento de tanta necesidad de reparar y prevenir.
La formación es fundamental en estos temas. Formación que ayude a entender cómo nuestros vínculos nos hacen ser quienes somos. Entender cómo se van dando las relaciones interpersonales, la importancia de los primeros vínculos, y como repercute en la vida actual, cómo ponemos en juego nuestras necesidades y angustias cuando entramos en relación, sería un acercamiento un poco más profundo a estos temas que «nos dan en rostro».
Si no tenemos una aproximación al tema lo suficientemente profunda, constructiva y potencialmente transformadora, corremos el riesgo de intentar restaurar o prevenir con buena voluntad, pero sin resultados concretos.
María Noel Firpo
Psicóloga General Sanitaria. Máster en Psicoterapia Psicoanalítica (Universidad Pontificia Comillas)
Especialista en Teoría del Apego (International Attachment Network)
Estudios superiores en santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz (CITES, Ávila)
Diplomada en «Abuso y Reparación en la Iglesia» (CEPROME)
Diplomada en «Afectividad en la vida religiosa» (CEPROME)