FRACASO U OPORTUNIDAD

Por Hortensia López Almán

Muchas personas secularizadas viven su situación como un fracaso. Pero deben tener en cuenta que el fracaso es solo una percepción subjetiva de unos acontecimientos que interpretan como una derrota de la expectativa que tenían. El fracaso puede ser desolador cuando se padece, pero no tiene por qué convertirse en una sensación desmoralizadora, pues es algo subjetivo y no objetivo. En medio de las circunstancias por las que están pasando quizás no lo vean, pero esta situación puede ser una de las mejores vías para alcanzar aquello que buscaban cuando abrazaron la vida consagrada.

El fracaso no es más que una experiencia que no concebían y que produce una sensación de pérdida profunda como consecuencia de esperanzas no cumplidas.

La sensación de fracaso es limitante a la hora de retomar proyectos y tomar iniciativas, suele ser intensa, vital, dolorosa, sin embargo, es beneficiosa para el desarrollo personal.

Alguien que se siente fracasado ha perdido la esperanza y se comporta con apatía o pocas ganas de perseguir sus sueños. Cree que no es capaz de enfrentarse a desafíos y suele tener poca confianza en sí mismo. Siente frustración porque cree que no ha alcanzado su meta. Ira porque cree estar privado de aquello que quería alcanzar. Decepción, dirigida bien a sí mismo, bien hacia los demás. Culpa, pues ante su creencia de fracaso piensa que podía haber hecho algo mejor y se siente culpable en todo o en parte por el resultado que experimenta como negativo. Resentimiento hacia otras personas de las que esperaba recibir ayuda y no se la prestaron. Miedo, pues en los momentos de fracaso siente que está todo perdido. También puede sentir miedo de volver a intentar algo y de fracasar nuevamente.

La persona secularizada debe entender bien que la sensación de fracaso no es el fin del mundo ni le impide alcanzar la meta de aquello que persigue. Debe poner en marcha todos sus mecanismos de defensa y superar de forma positiva el contratiempo por el que está pasando.

No debe reprimir sus sentimientos, es lo que a muchas les han enseñado en la vida religiosa, más bien, debe observarlos, permitirles manifestarse y hablar.

No debe avergonzarse por sentir ira, miedo o frustración.

Debe aceptar lo que pasó y descubrir los aspectos positivos de la situación, mirarla de frente y describirla de diferentes formas. Ser sincera y valiente. Justa consigo misma y con los demás.

Es necesario que identifique los pensamientos negativos, evitando la autoincriminación y los autocastigos. Que tenga pensamientos realistas del sentimiento de fracaso y que se pregunte qué puede aprender de él, qué podría hacer de manera distinta la próxima vez.

Debe escuchar también a otras personas para conocer un prisma diferente de la situación por la que está pasando y no encerrarse en sí misma. Y sobre todo a personas que piensan de modo distinto, porque, al final, ha de dejar de hacer lo que hacía y construir algo nuevo, con nuevas perspectivas y nuevas posibilidades.

Tiene que trabajar por lograr el éxito sin esperar que sean los demás los que solucionen su problema.

Oímos infinidad de veces que las crisis son en realidad oportunidades. Y es cierto. La oportunidad engloba la posibilidad que existe de que una persona realice una acción para conseguir o alcanzar algún tipo de mejora. Es una conjugación de hechos que aprovechándolos bien nos pueden lograr el beneficio deseado. Y esta oportunidad a veces se nos presenta en momentos dolorosos. Pero aún así, no deja de ser una coyuntura favorable para la consecución de nuestro fin. Además, si se aprovecha la oportunidad presente, irán surgiendo nuevas oportunidades.

El sufrimiento emocional nos indica que quizá estamos aguantando algo que deberíamos soltar. Es el final de un proceso y el inicio del otro. Y en ese tránsito sufrimos. Si nos resistimos a atravesarlo la angustia se incrementa, pues no soltamos lo que ya no nos aporta, ni damos espacio a lo que quiere nacer. Uno puede enquistarse en ese dolor, alargando el padecimiento y haciéndolo agónico.

Hemos de estar enfocados a la solución y no al problema. La crisis exige innovación, reinvención, escuchar nuevas formas de pensar y hacer, mucha valentía en la toma de decisiones, actuar para conseguir determinados objetivos, evaluar los riesgos para no equivocarnos, en definitiva, reconstruir de nuevo.

La crisis ha de ser un proceso de transformación y mejora. En ella hay un salto cualitativo de nuestro ser, hay un gran esfuerzo de reencauzarnos y, así, puede sacar la mejor versión de nosotros mismos.

No tengas miedo, la crisis por la que estás pasando es un cambio entre dos etapas, un paréntesis en el camino, un tiempo y un espacio en el crecimiento personal.

Volverás a sonreír. Volverás a sentirte vivo. El amor volverá a ser tu centro.

 

Bibliografía consultada

Cómo superar el fracaso y convertirlo en éxito. Generali. https://www.generali.es/blog/generalimasqueseguros/como-superar-el-fracaso-y-convertirlo-en-exito/

 

 Equipo (24/11/2023).Oportunidad.  Enciclopedia significados. https://www.significados.com/oportunidad/

González, S. (2022, noviembre).  La sensación de fracaso: una dolorosa emoción. La mente es maravillosa. https://lamenteesmaravillosa.com/la-sensacion-de-fracaso-una-dolorosa-emocion/

La adversidad como oportunidad. Actúa Gabinete de psicología. https://www.actuapsicologia.com/la-adversidad-como-oportunidad/

Ortiz. A. (2020, julio). La crisis implica oportunidad y evolución. Psico. Psicología y desarrollo. https://psicologiaydesarrollo.es/la-crisis-implica-oportunidad-y-evolucion/

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