A PROPÓSITO DE SANTA TERESITA

La vida contemplativa está asociada al término víctima expiatoria. Los que se sienten llamados a servir a Dios en una vida de oración, igualmente se sienten llamados a expiar por los pecados de los hombres. La sensibilidad de hoy día, junto con la pérdida de conciencia de pecado, hace difícil entender esta actitud. 

No es objeto de este artículo hablar sobre la victimización expiatoria, simplemente dar luz sobre algunas ideas que, malinterpretando el concepto de víctima expiatoria, favorecen el maltrato en la vida consagrada.

Las víctimas expiatorias son “almas que se ofrecen voluntariamente como reparadoras de los pecados de otros, a ejemplo de Nuestro Señor Jesucristo quien fue la Víctima Expiatoria por excelencia. El alma pide con un coraje sobrenatural admirable que arideces y desolaciones espirituales ―en que parece sumida en las más horribles tinieblas sin ninguna consolación sensible relacionada con Dios, especialmente en la oración; que enfermedades o incluso la muerte, pasando por la aceptación de reveses, contrariedades, incomprensiones, accidentes, humillaciones y maltratos, le sean enviados por Dios para reparar y evitarle un castigo a pecadores que deberían pagar y responder por sus injustos agravios”¹.

Santa Teresita del Niño Jesús y de la Santa Fazmás conocida simplemente como santa Teresita, es el ejemplo de víctima expiatoria al que se recurre con más frecuencia en la vida religiosa. Fue una carmelita descalza francesa,  nacida en Alençon, Normandía, Francia,  el 2 de enero de 1873. Ingresó en el carmelo de Lisieux, Normandía, Francia, el 9 de abril de 1888 y falleció en el mismo carmelo el 30 de septiembre de 1897. Fue canonizada en 1925 y proclamada doctora de la Iglesia en 1997. 

Considerada por el papa Pío X (1903-1914) como la santa más grande de los tiempos modernos, el movimiento universal de afecto y devoción que la acompañó fue definido como «un huracán de gloria». Sus reliquias, al igual que sus escritos, han recorrido el mundo entero. 

Por todos es sabido que la comunidad religiosa en la que ingresó santa Teresita no tenía un buen funcionamiento. Hay quien opina que la priora estaba desequilibrada, sea esto verdad o no, el hecho es que su gobierno provocaba muchos conflictos, era fría en su trato, déspota, envidiosa, exigente con los ayunos y las penitencias. 

Admirable en su entrega, santa Teresita se santificó en este ambiente. 

La manera común de presentarla suele justificar ese maltrato, como si fuera necesario crear un ambiente que lo favorezca para que las personas alcancen la santidad, pues la santidad se define solo como soportar sufrimientos y tribulaciones. 

En primer lugar, no olvidemos que la victimización expiatoria es un ofrecimiento personal: “Si quieres ser perfecto”². Y en segundo lugar, ¿de qué sufrimientos y tribulaciones se trata? De las enviadas por Dios. El hombre no tiene derecho a decidir qué sufrimientos debe soportar el otro. Jesús nos exhorta a cargar con su cruz, y es con la suya con la que debemos cargar, la que Él en su infinita misericordia y sabiduría conoce para cada uno de nosotros. El rey David, cuando tuvo que elegir un castigo, dijo: “Mejor es caer en manos de Dios, porque su misericordia es grande, que no caer en manos de hombres”³. Quien ofrece su vida en favor de los demás, la entrega a Dios confiando en su misericordia y no se la da a los hombres a manera de carnicería. Más aún, cualquier tipo de maltrato o acto violento está prohibido por el quinto mandamiento. Sin embargo, el maltrato en la vida religiosa se favorece basado en la idea de que para ser santo hay que sufrir. Y el ejemplo por excelencia es santa Teresita: “Estuvo a la altura, fue equilibrada, si tú no consigues ese equilibrio es por tu culpa”. Así nadie asume responsabilidades, no se trabaja por erradicar el mal en nuestras comunidades religiosas. Se opta por callar y mirar a otro lado: “Guardando silencio alcanzo la virtud”. “Al menos yo me salvo, me meto en mi burbuja y dejo que las cosas pasen”.

Sobre santa Teresita hay muchísimo escrito: su vida, sus esfuerzos por practicar la virtud, sus sufrimientos y alegrías, su entrega incondicional, su caminito, su ofrenda al Amor Misericordioso, su muerte, su canonización y su proclamación como doctora de la Iglesia. Y aquí hacemos un punto y final. Pues no, punto y final no. Punto y aparte, debe haber una segunda parte: “A raíz de aquí, al conocerse la situación de algunos conventos de clausura, de la vida consagrada en general, la Iglesia puso remedio para que no se volviera a repetir”. Este punto y aparte no existe. Y estamos hablando de hace más de cien años, santa Teresita falleció a finales del siglo XIX y seguimos con las mismas estructuras que nos han hecho llegar al paroxismo con los abusos sexuales. Luego algo estamos haciendo mal. 

Además, cuando ponderamos a un santo lo presentamos como un héroe y minimizamos la actitud de los católicos que se portaron mal con él, esa actitud la presentamos como una excepción permitida por Dios para que se santifique, y eso no es real. Las circunstancias en las que se desarrolla la vida de una persona reflejan la sociedad del momento. Nos centramos solo en ponderar la virtud del santo, y queremos salvar la imagen de la Iglesia, presentando las malas acciones de otros católicos como una permisión de Dios de forma excepcional. No vemos el peligro que supone.

Santa Teresita murió de tuberculosis con 24 años. No fue la única monja joven de esa comunidad que murió de tuberculosis. El tiempo de ayuno en el Carmelo va desde el 14 de septiembre, Exaltación de la Santa Cruz, hasta el domingo de Resurrección. Siendo los inviernos de Lisieux muy fríos, la madre Gonzaga no permitía tomar nada caliente en el ayuno de la noche, además de consentir que fuera demasiado frugal. La única calefacción que concedía era una chimenea en la sala de recreación.

No suelen divulgarse frases de santa Teresita como estas : “No se debe dar a las monjas tortillas como suelas de zapatos”. “He pasado frío hasta morir”. Frases breves que dicen mucho más al que sabe leerlas.

Tampoco se difunde el hecho de  que dos monjas de su comunidad  de entre 40 y 50 años marcharon muy desequilibradas. Un diagnóstico precisaría mejor si padecían ansiedad, depresión u otra patología. Como entonces no se contemplaba la secularización, se ocultó por considerarse muy humillante. Hay autores que afirman que estas monjas enfermaron como consecuencia del mal gobierno de la madre Gonzaga.

Santa Teresita aceptó lo que Dios le pidió. ¿Y a nosotros qué nos pide? ¿Que nos crucemos de brazos ante tanto mal? ¿Qué sigamos presentando una santidad que favorece el maltrato? ¿Que no pongamos medios para que no vuelva a ocurrir? ¿Que no atendamos a las víctimas y sigamos tratándolas como personas poco virtuosas?

Las reliquias de santa Teresita transportadas en una bellísima urna de cristal, han dado la vuelta a todo el orbe, reuniendo a multitud de fieles sobre los que ella prometió derramar una lluvia de rosas. Estos, entusiasmados y agradecidos, a su paso esparcen pétalos de rosas y cantan: “En el corazón de la Iglesia, mi Madre, yo seré el Amor”. 

No nos quedemos ahí. Que su vida y sus escritos nos hagan reflexionar. Personajes como ella deben ayudarnos en la autocrítica, en ser capaces de discernir y reconocer nuestras propias limitaciones y errores para corregirlos y aprovecharlos en nuestro aprendizaje y crecimiento. Dejemos de repetir los mismos fallos: abusos de autoridad, desatención de las víctimas de abuso, falta de pastoral para el secularizado, falta de reconciliación y de un sistema judicial que rinda buenos frutos. Dejemos de usar a los santos para justificar sistemas que no funcionan.

 

Hortensia López Almán

 

NOTAS

1. https://es.gaudiumpress.org/content/82541-victimas-expiatorias/

2. Mt 19:21.

3. 2 Samuel 24:14.

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